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28 feb 20
Los hermanos Zarzuela durante un partido de la selección española
Pablo y Alejandro, también conocidos como los hermanos Zarzuela, son dos cracks del baloncesto en silla de ruedas a nivel mundial. A estos dos gemelos, el haber nacido con espina bífida, no les ha conseguido frenar. Tal y como asegura Alejandro, la espina bífida “se podría considerar una paraplejia incompleta en la cual tienes parte de sensibilidad y parte de movilidad normalmente”.
Ambos asumieron su discapacidad desde que eran bien pequeños. “Tu mente ya ha nacido preparada para buscar una solución al mínimo problema que encuentres porque, obviamente, barreras hay”, reconoce Pablo.
Aunque su pasión por el baloncesto no estuvo ahí siempre. Su primer contacto con este deporte llegó a los doce años. El día de Navidad, Pablo paseaba por el centro de Jerez con su madre cuando un chico que jugaba en el equipo local de la ciudad le preguntó si conocía el baloncesto en silla de ruedas. Pablo respondió que no, a lo que siguió una invitación a jugar con ellos. En aquella época, Alejandro practicaba tiro con arco, pero en cuanto fue a verle en un entrenamiento también cambió de deporte y escogió el baloncesto.
Cuatro años más tarde, con apenas 16, ya fueron seleccionados para la selección española sub 22 de baloncesto en silla. “Ahí empecé a creer que sí había posibilidades de que el baloncesto ya se quedara conmigo de por vida”, confiesa Pablo. Este hito hizo que su visión cambiara radicalmente. “Convivir con otras personas ha hecho que desde los doce años evolucionara mucho personalmente y viera las cosas de una forma diferente”, añade Alejandro. El baloncesto les ayuda a estar en forma y les aporta “una mayor autonomía”, reconocen.
Además, son conscientes de que, con su ejemplo, consiguen que muchas personas no sientan la discapacidad como un peso en su vida, sino que la traten con normalidad. “Que la persona que tiene discapacidad, que está en casa, que no quiere salir a la calle, vea que hay personas con discapacidad que practican deportes y hacen su día a día con normalidad -apostilla Alejandro-. Esa parte para mí es la más importante y es por la que deberíamos estar luchando todos ahora mismo”.
El baloncesto en silla guarda algunas diferencias con el baloncesto a pie. Según detalla el entrenador del CD Ilunion, Miguel Vaquero, los jugadores en silla tienen una clasificación funcional, es decir, en un rango del 1 al 4,5, dependiendo de la lesión. “Un 1 sería una persona con una lesión medular bastante alta; un 3 sería como Pablo, jugadores que tienen una lesión en las que su capacidad de movimiento les dificulta moverse hacia los laterales; y los jugadores 4 y 4,5 son jugadores con amputaciones”, explica Miguel. Entre los jugadores que hay en pista solo pueden sumar un máximo de 14,5.
Además, hay algunos detalles que también cambian en el baloncesto en silla: los equipos son mixtos; dos pasos de baloncesto a pie se transforman en dos impulsos de rueda, y nunca se agota el bote.
Pero no todo es baloncesto en la vida de estos hermanos. Pablo intenta siempre tener un “ratito” para desconectar y tocar el piano, algo que hace habitualmente desde pequeño. Por su parte, Alejandro pasa su tiempo libre con su mujer, Vicky Pérez, también jugadora de baloncesto en silla de ruedas. Según ella, “hacemos exactamente lo mismo que los jugadores profesionales, aunque quizá no con tantos medios como ellos. Se tienen que ver y conocer para que al final nos traten como tal, solo como deportistas”.
Llevan muchos años jugando, acumulan un palmarés envidiable con Ligas, Copas del Rey y medallas olímpicas y destilan una confianza mayúscula en sí mismos. Como colofón y en una especie de discurso al alimón, añaden: “Aspiramos a seguir creciendo día a día, a volver a ganar un triplete, que esa sensación es única. A ser mejor jugador, más completo. Ir a Tokio y vivir aquello con tantas personas juntas, sintiéndote un grandísimo deportista… Es la fiesta del deporte y como deportistas queremos estar en ella”.
Aunque también son conscientes de que la carrera profesional de un deportista es corta, algo para lo que ya tienen planes. Pablo quiere ser entrenador, en lo que Alejandro concuerda, aunque añade la informática a sus planes de futuro. Pero para que llegue ese momento aún quedan algunos años y ambos todavía tienen un reto del presente al que aspiran: “dejar a las generaciones venideras un baloncesto mejor del que había cuando nosotros llegamos”.
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