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06 sep 18
Un día cualquiera en la granja
Se despiertan cada mañana a eso de las 5:45. Los operarios de la granja de Fuentespina acuden a darles los buenos días y están pendientes de que todas ellas se encuentren en las mejores condiciones. Al verles, empiezan a desperezarse y pasados 15 minutos se dirigen hacia la zona de ordeño. Durante la noche la ubre se les ha ido llenando de leche y dan señales de querer vaciarla para sentirse más cómodas.
Al igual que a nosotros, para las vacas, mantener una rutina las mantiene tranquilas, seguras, sin incertidumbre. Saben cada día lo que se van a encontrar y eso evita los problemas que pudieran surgir si estuvieran en estado salvaje, desprotegidas ante depredadores y expuestas a la lluvia, el excesivo frío o demasiado calor. La granja es su casa, un hotel de cinco estrellas.
María Jesús Fernández, responsable veterinaria de nuestra granja de Fuentespina, nos cuenta que, para facilitar su ordeño, se les estimula de forma similar a como haría un ternero. En todos los ordeños se explora la leche, entendiéndolo como un indicador que permite saber si la vaca goza de buena salud. Por su bienestar, para evitarle incomodidades en la ubre, la vaca necesita ser ordeñada varias veces al día. Cuanto mejor esté la vaca, mejor será la leche.
Cuando la ubre ha sido vaciada, es el momento de salir al patio. Un espacio abierto en el que las vacas pueden moverse con libertad y hacer sus actividades favoritas: comer, beber agua, jugar, relacionarse entre ellas y finalmente tumbarse a descansar. A lo largo del día pasan unas 15 horas tumbadas, no necesariamente durante la noche, sino más bien coincidiendo con la fase de digestión.
Todos los días se repite la misma rutina de ordeño entre dos y tres veces, dependiendo de a lo que la vaca se haya acostumbrado. El primer ciclo empieza a primera hora de la mañana, el segundo por la tarde y el tercero lo realizan justo antes de que anochezca. Los operarios aprovechan esa rutina para limpiar los cubículos cuando las vacas acuden a ordeñar, controlar que el agua esté desinfectada mientras los animales comen. Su exhaustivo mimo en el cuidado de las vacas los lleva a observar cada detalle; si se alimentan lo suficiente, si están a gusto o si se comportan de forma habitual. Sus años de experiencia en la granja les permiten saber en todo momento cómo se encuentra cada una de ellas.
Mantener unas buenas instalaciones, la buena alimentación, buena salud y comportamiento apropiado son los cuatro ejes de Welfare Quality, el programa pionero y de referencia en Europa en el que se basa el sello de bienestar animal de AENOR con el que hemos certificado todas nuestras granjas, siendo el único gran fabricante de leche en conseguir este hito. Un logro solo posible gracias al trabajo, el conocimiento y la experiencia de muchos años, de siempre. Y es que, para nuestro equipo no hay dudas ni espacio para la improvisación: solo cuidando al máximo a nuestras vacas podemos ofrecer leche de la mejor calidad y sabor.
¿Cómo se comportan las vacas?
Aunque todo el mundo sabe que la vaca es un animal grande, es difícil adivinar que el peso del que hablamos está en torno a los 800 kilos. Por eso, su ración diaria de comida es tan abundante: unos 60 kilos de forrajes y alimentos cultivados cerca de la granja que son cuidadosamente seleccionados para cubrir sus necesidades nutricionales.
Las vacas conviven con calor, siendo especialmente latoso en verano y generando lo que se suele llamar “estrés por calor”. Para evitarlo, los ganaderos implantan un sistema de ventilación natural que genera una brisa agradable, disminuyendo la temperatura corporal y, si no es suficiente, se instalan ventiladores. Además, deben estar correctamente hidratadas, por lo que beben cada día alrededor de 120 litros de agua.
María Jesús Fernández, nuestra veterinaria y Responsable de Calidad y Seguridad Alimentaria.
La forma en la que se relacionan y organizan entre ellas despierta la curiosidad de los visitantes de las granjas, quienes contemplan con sorpresa sus interacciones. Desde darse pequeños cabezazos hasta echarse un poco de agua las unas a las otras, las vacas son animales sociales que disfrutan estando en compañía. Es, sin embargo, muy importante evitar cualquier tipo de rivalidad: asegurando siempre comida abundante y que todas dispongan de su propia “cama”, también llamado cubículo por los ganaderos.
Gracias a esta estructura, se garantiza que las vacas se encuentren cómodas, que no se produzcan enfrentamientos y que cada una tenga claro cuál es su espacio. Las vacas se organizan por jerarquías: habitualmente, algunas son “dominantes” y otras son “seguidoras”. Para no enfrentarse a la vaca dominante, el resto de las vacas que conviven con ella deben poder disfrutar de otros espacios para no situarse cerca y evitar cualquier tipo de conflicto.
De todo ello se encargan nuestros ganaderos. Garantizar el comportamiento apropiado es un trabajo en el que la relación con la vaca, la capacidad de conectar, es fundamental. Es parte del factor humano, una de las claves de la excelencia del bienestar animal.
Así es el día a día de las vacas en nuestras granjas; así es el diario de una vaca de Calidad Pascual.
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