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20 feb 20
A sus 36 años, Eva ha conseguido registrar un palmarés envidiable: es campeona de Europa de paratriatlón; campeona del mundo de duatlón; segunda del ranking mundial en paratriatlón, y aspira a participar en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Para ella no existen los límites y así lo ha demostrado tras el accidente que la dejó en una silla de ruedas.
Abogada de profesión, su vida se dividía entre la asesoría jurídica de una entidad financiera y el deporte, al que dedicaba tiempo después del trabajo. “Al llegar a casa, me quitaba los tacones y siempre salía a correr”, reconoce Eva. Pero aquella normalidad cambió en una marcha cicloturista en el Puerto de la Morcuera, uno de esos días en que el cielo está encapotado y el asfalto puede parecer extraño incluso para los más experimentados.
Al descender una cuesta, la bicicleta de Eva resbaló con la mala fortuna de derrapar y salir despedida hacia un barranco. Cuando cayó, ya era consciente de que sus piernas no respondían. En el momento en que todo parecía perdido, vio en el suelo su móvil, el cual se había caído de su maillot. Lo cogió y llamó a un amigo policía que mandó al SAMUR y un helicóptero en su ayuda.
De camino al Hospital 12 de octubre, a Eva solo le rondaba un pensamiento en la cabeza: ¿qué iba a decirle a su familia? “La verdad es que el único miedo que tenía era el momento en que se lo dijeran a mis padres -confiesa-. Cuando entraron a la UVI a verme, lo primero que hice fue pedirles perdón”.
Tras 21 días en la UVI en los que Eva echaba de menos ver el cielo, comenzó la etapa más dura, la rehabilitación. Por suerte, acudió al Hospital de Parapléjicos de Toledo, uno de los mejores del mundo, y contó con la ayuda de un fisioterapeuta que fue clave en el proceso. Eva era consciente de que tendría que fortalecer sus brazos y aprender a vivir dándoles más protagonismo, ya que se convertirían en su nueva herramienta para el día a día. Necesitaba la ayuda de sus brazos para poder ser independiente. “Cada cosita pequeña era un mundo y me hacía mucha ilusión”, añade.
A partir de aquí comienza el entrenamiento con Ángel Salamanca, quien también es su pareja. “Para ella esto es pasión. Sabe lo que quiere, lo tiene muy claro”, dice con afecto Ángel. Una pasión que se encuentra con barreras invisibles como los prejuicios sobre el deporte paralímpico: “el deporte paralímpico es como el deporte convencional. Es decir, yo tengo que entrenar igual que entrena una persona que camina. No porque vaya en silla de ruedas el deporte va a ser más suave”, asegura Eva.
Con la vista puesta en el futuro, finalizó sus estudios de Máster en Derecho Deportivo hace dos años con la intención de que su vida siga esa senda. “Cuando entré en el mundo del deporte paralímpico, encontré mucha desinformación. No sabía dónde tenía que acudir, no sabía quién me podía ayudar -comenta-. En eso hay mucho que hacer y por ahí ira encaminado mi cometido vital”.
Eva es capaz de todo y su vida es un ejemplo de cómo se pueden derribar las barreras con esfuerzo y constancia, aunque existan momentos más delicados. Como ella les dice a los niños, “no rendirse nunca es la poción para ser invencible”.
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Aceptar cookiesEsta es la historia de Eva Moral
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